lunes, 2 de marzo de 2009

Salud en la comunidad: Un día típico en la República Dominicana

Como parte de la clase de Salud de la comunidad, tuvimos que ayudar a trabajadoras de salud pública en la Zona Sur de Santiago. Las trabajadoras eran mujeres que habían sido miembros de sus comunidades por años. Como parte de un programa de salud apoyado por el gobierno y la universidad que era único en el país, ellas hacían visitas a la gente enferma en sus comunidades y educaban a los vecinos sobre temas de salud. La Zona Sur de Santiago, R.D. no era como la parte en que yo vivía y donde estaba la universidad. La gente que vivía allí era más pobre. Las casas eran más pequeñas, sucias e inestables que en la parte de la ciudad donde yo vivía. Tampoco había hospitales privados, pero sí había el hospital público, Juan XXIII; el programa de trabajadoras en la comunidad tiene su base en este hospital.

Nuestra trabajadora se llamaba Esperanza. Ella era una mujer enérgica con opiniones fuertes. Todos los días ella andaba por su comunidad haciendo varias cosas que tenían que ver con la salud pública. Hizo visitas a gente enferma para verificar que habían ido al médico y que habían tomado sus medicamentos. Presentó información sobre la prevención de enfermedades endémicas, la importancia de vacunaciones para los niños, la dieta apropiada para niños desnutridos, la salud de mujeres embarazadas, entre otros temas. Trabajando como sus ayudantes, Karen y yo también educamos a la gente y fuimos con ella para visitas.

Un día con ella, fuimos a visitar a algunas personas enfermas en la comunidad. Visitamos a una mujer de cincuenta años que sufría de una llaga en su pierna. A mí la llaga me pareció infectada y grande. Descubrimos que ella había tenido la llaga por más de un mes y que no había ido al médico todavía. Trató de curarla por cubrirla con un trapo. El trapo estaba sucio y era claro que no iba a mejorar sin ir al médico. Además, probablemente sería necesario tomar antibióticos. Empezó como una ampolla pequeña pero quedó infectada porque ella tenía diabetes; como complicación de la diabetes la circulación fue dañada, especialmente en las piernas. Sin buena circulación, el sistema inmunitario no podía curar la ampolla. Y la combinación del clima cálido y muy húmedo y las condiciones de vida no sanitarias aseguraron que lo que empezó como una ampolla pequeña se infectó gravemente. Lo que más me sorprendió fue la actitud de la mujer. A ella no le parecía extraño que casi la mitad de su muslo estaba cubierta con una llaga. Su hija tampoco pareció estar preocupada por su madre. Le dijimos que sería necesario ir al médico durante el curso de la semana para que no empeorara y que no debería cubrirla con un trapo sucio. A Esperanza no le sorprendió la visita pero Karen y yo nos sentimos incrédulas frente a la situación.

Más tarde, visitamos a otra mujer con una complicación seria debida a la diabetes. Ella sufrió de un dedo de pie completamente negro. En su otro pie, ya le había costado dos dedos. Otra vez, el daño a la circulación periférica había sido la causa del problema. El daño afectó los vasos capilares en sus piernas, pero más había prevenido la circulación normal de la sangre en sus pies. Como consecuencia de la pérdida de circulación a los dedos, el tejido no había recibido suficiente oxígeno y el tejido mostró signos de necrosis. Pero, otra vez, ella no parecía preocuparse. Sabía que iba a perder otro dedo de pie. Además, su pierna entera estaba hinchada. Nos dijo en una voz realista y no triste, “Los médicos dicen que probablemente voy a perder la pierna entera un día”. Traté de esconder mi sorpresa frente a su actitud tranquila. La idea de perder una pierna me daría a mí un miedo intenso, pero a ella estos eran eventos típicos como resultado de su condición. Le dijimos que sería necesario ir al médico muy pronto y que necesitaba vigilar la dieta para que su nivel de azúcar en su sangre no estuviera tan alto para causar más daño permanente. Ya no hubo nada más que pudimos hacer para ella.

Durante el tiempo que trabajamos con Esperanza en la Zona Sur observé cosas que eran inconcebibles para mí. Nunca aprendí lo que pasó con las dos mujeres con complicaciones de la diabetes y sólo pude esperar que lo mejor pasara con estos casos. Reconocía que ellas eran sólo dos casos menos serios que las muchas otras personas enfermas en el país que probablemente iban a perder no una pierna sino su vida misma. Casos que serían resueltos con tratamientos sencillos en los EEUU eran problemas crónicos allí. Pero, aún más importante que los choques que experimenté, me di cuenta que el trabajo diario de Esperanza mejoraba la salud de su comunidad en una manera personal. Ella funcionaba como apoyo especial para su comunidad desfavorecido y como miembro de la misma comunidad, no la juzgaba. Me sentí afortunada que tuve la oportunidad de participar en un programa único que tenía un profundo impacto en mejorar la salud en una manera tangible.

2 comentarios:

  1. Este ensayo está muy triste. Toca el corazón y yo estoy celosa que pudo experimentarlo. Soy feliz para usted porque esto debe haber sido una experiencia que cambia su vida. Disfruté de su descripción de Esperanza porque ella es una mujer fuerte que ayuda a los enfermos. Necesitamos más personas como ella en el mundo. ¡Usted tuvo palabras descriptivas buenas y este ensayo me hizo querer viajar más!

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  2. Muy interesante tu ensayo. Es increible ver la falta de recursos en el ambito medico en los paises tercer mundistas. Es muy triste ver como la falta de dinero y de educacion hace que mucha gente sufra tanto por enfermedades que podrian ser controladas. Me gusto mucho leer tu opinion sobre el viaje, creo que solo personas muy especiales pueden ir a lugares pobres y ayudar a la gente. Que bueno por ti!

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Mucahs gracias por sus comentarios